


Cuchillos, navajas y tijeras. Desde los albores de la edad del Bronce, útiles inseparables del ser humano. Para lo bueno y para lo malo; para cortar y pinchar y también para herir, quizá, hasta la muerte. Depende de la mano que los acoja su fin último en son de paz o anuncio de reyerta callejera.
Una muestra apasionante y espectacular, con las navajas de espejillos como estrellas más representativas de la cuchillería albaceteña desde el siglo XIX. Decían las malas lenguas que los destellos de los espejos circulares servían para cegar al enemigo y así poder vencerle con artimañas innobles. Leyendas, tal vez solo ecos infundados del ayer.
Sobre las cachas o sus mangos dos citas textuales, entre muchas otras, grabadas por sus propios amos: “Viva el amor, de mi dueña sola” y “Soy solo para cortar queso y pan y todo lo que me quisieran probar sirvo a mi dueño, año 1882”.
Museo de la Cuchillería.

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